23/5/11

¿Qué ha pasado?

Artículo del Periódico Ciudad de Alcoy de Ramón Climent Vaello que me pareció gracioso.

Lo fácil y tentador -en lo que cayeron muchos dirigentes festeros ayer- es pensar que la culpa de lo ocurrido con la alferecía de los Cides la tiene el demonio. Gracias podemos dar que no se la dieron a Zapatero o a Sedano.

La política enquistada en la Associació de afrontar los problemas como las avestruces, escondiendo la cabeza bajo tierra y esperar a que amaine o confiar en que como la fruta madura ya caerá sola del árbol., conlleva situaciones tan surrealistas como la vivida ayer. A lo largo de la mañana todos iban detectando cómo se iban retrasando los horarios, cómo aparecían cortes, difíciles de explicar y cómo el ritmo se diluía en una parsimonia lenta y aburrida para quienes tenían que afrontar cuatro horas, ininterrumpidas, de silla de tijera de madera bajo un sol casi de agosto, con termómetros a 33 grados al sol.

¿Se reaccionó?

Hay quien desde un cargo oficial defiende que con lo que han pagado los festeros y con los problemas que arrastran por la crisis, tenían derecho a disfrutar del desfile. O sea que nadie reaccionaba e incluso había quien sonreía complacidamente.

Cuando a las dos de la tarde ya estaba claro el desastre, cuando la gente comenzaba a levantarse de las sillas y un sábado de lleno total ofrecía un paisaje lleno de calvas por el recorrido, hubo quien reaccionó. Mal y tarde. Y las consecuencias fueron para el público, que dicen que aquí es lo más grande y que eso nos diferencia de otras poblaciones, y unos festeros que había depositado toda su ilusión, ahorros, préstamos y montepíos, para vivir una jornada inolvidable e irrepetible. Eso, lamentablemente, se ha conseguido. Para los Cides, va a ser una alferecía inolvidable y esperamos, lo deseamos fervientemente, irrepetible.

Pero, ¿qué ha pasado?

Ese es el reto que tienen los directivos del Casal, llegar a alguna conclusión respecto a lo que ha sucedido, pero no para buscar culpables. No. Sino para que no vuelva a ocurrir.

Tenemos organizada una entrada con el mismo itinerario, los mismos horarios y el mismo esquema que hace cuarenta años, pero ahora se ha triplicado la participación y se ha llenado el desfile de elementos dinámicos y espectaculares que ocupan espacio y tiempo. Y así, lógicamente, algo tiene que salir mal.

Si no nos toman el pelo con las cifras, ayer desfilaban 10.000 personas. ¿Nadie cayó en la cuenta que con ese volumen de gente había que extremar los controles de continuidad?

Ayer no se produjeron cortes, sino zanjas. Estamos en el camino acertado para celebrar las Entradas en sesión continua, empalmando los cristianos con los moros. Ya se asume con normalidad que la Entrada cristiana acabe a las tres de la tarde.

Con la gran cantidad de gente que vino de fuera, calculando el concejal de Fiestas, Mario Santacreu, que habíamos llegado a las 100.000 personas, ofrecimos la mejor imagen que se puede dar para que la gente no vuelva nunca más, con una entrada de cristianos lenta, sin ritmo, deshilachada.

La imagen de toda San Nicolás llena de gente, como es normal cuando acaba la Entrada, sin que se oteara en el horizonte la Escuadre del Alférez, es de los más cruel que se ha vivido en los últimos años. Y añádele a eso ver la Bandeja con las sillas vacías y, al fondo, una escuadra desfilando aceleradamente, revolucionada.

Para muchos de la sensación de que la organización de la fiestas se vuelca, concienzudamente, casi policialmente, controlando a los cargos, pero el resultado de ayer por la mañana aconseja que sería mejor que se dedicaran al cultivo de caracoles de invernadero en lugar de a organizar una Entrada.

Y es fácil arremeter contra los directivos y hasta crucificarlos, como se oía abiertamente ayer, pasadas las tres y media de la tarde, en el cruce de País Valencià con Santa Lucía. Y no es justo. Se trata de gente que todo esto lo hace por amor a la Festa, que se entrega en cuerpo y alma, que sacrifica su tiempo libre y a la que nunca se le reconoce la labor que a lo largo del año desempeñan. No es justo crucificarlos. Pero dado el volumen, la dimensión y la repercusión social y económica que tienen las Fiestas, convertidas actualmente en el mayor negocio que se genera en Alcoy, a años luz de cualquier otro, resulta inevitable pensar que se necesita algo más que buena voluntad, pasión y amor a San Jorge para que no nos caigamos en las zanjas abiertas.

Preocupados en rasgarnos las vestiduras con la pólvora y las declaraciones de Fonèvol, da la sensación de que nos hemos perdido y aquí anda cada cual en su guerra particular, ajenos a los verdaderos problemas que en estos momentos tiene la Festa de Alcoy, sumida en la trágica contradicción del espectáculo que se pretende ofrecer al exterior y la necesidad de disfrutar tres días al año como cosacos.

Pero uno se teme que todo va a seguir igual, que aquí se va a seguir igual, que aquí nadie se va a molestar en reflexionar y ejercer algo tan saludable como es la autocrítica. Ayer, a las15'40 horas, en el puente de Cervantes, no se vivía ninguna tragedia. Todo eran aplausos, vítores, abrazos, gritos eufóricos de quienes habían acabado la mejor Entrada de esta parte del universo y de la historia escrita.

Por la culpa, ya se sabe, es del demonio, o sea Zapatero y Sedano, y eso sí, con la boca muy grande gritemos: ¡vixca la millor festa del mon! Amen.

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